"Decisiones”
Andrés, caminaba
de un lado a otro de su estudio como parte de su ritual privado que realizaba cada
vez que se iba a dedicar a escribir, eso lo ayudaba a relajarse y a transportarse
a ese mundo intangible donde daba rienda suelta a su imaginación, pero
inoportunamente, ese día no encontraba la inspiración necesaria para su nueva
creación, manejaba un personaje principal llamado Guillermo, pero no encontraba
la orientación, el hilo de la historia, y eso lo mantenía un poco frustrado.
Se detiene en
uno de los rincones del estudio, donde tiene un gran espejo pegado a la pared,
mira su reflejo y allí se queda contemplándose, dura mucho rato en esa posición
hasta que su reflejo deja de ser el de él y aparece Guillermo.
—¿Qué te sucede
Andrés?
—No sé como
narrar tu historia.
—Pero es simple,
es como la de muchos hombres.
—Entiendo, pero,
¿qué fue lo que pasó? ¿Qué pasó con ella?
—Tú lo debes
saber mejor que yo.
—Pero necesito
que tú me lo cuentes, porque solo sé que ella se ausentó por unos días, de allí
no supe más nada de ella.
—Está bien, lo
que sucedió fue que, su ausencia, dio pie a que mis pensamientos se desbordaran
y fluyeran como río crecido, incontrolables; perdí el control de mi cuerpo, en
ese instante sentí un frío que recorrió toda mi espalda, sentí miedo, pero, no entendí
el por qué, busqué dentro de mí para poder entender esa emoción; ¿a qué le
tengo miedo? ¿Miedo a no tenerte? Pero, si nunca le tuve. ¿Miedo a no verte
más? Pocas veces nos vimos realmente, ¿Miedo a no hablar más contigo? Eso, sí
podría ser, miedo a no poder encontrar a nadie más como ella, que escuchara
atentamente mis palabras; pensé en nuestras largas y gratas conversaciones y se
me erizó la piel, sólo ella me hacia reconocer ese don de la palabra que nunca
pensé tener. No quería perderla, ella era la única que me había dado un lugar
en el universo, había sido una de las pocas personas con la que realmente me había
gustado hablar,
Andrés tú sabes
que las comparaciones son odiosas pero muchas veces son inevitables. ¿Cómo se
hace para no comparar algo, que ante ti se presenta y no sabes si es real o
ficticio?
Busqué en mis recónditos
recuerdos, todas las cualidades, que según yo, debía poseer una persona para
que se convirtiera en esa persona ideal. Una vez que tuve a mano la lista de
cualidades, irremediablemente la comparé, la comparé con todas aquellas personas
que se habían acercado más a ese nivel de perfección, a mi nivel de perfección,
a ese nivel de perfección autoimpuesto; Era inevitable y lo hice.
Tan cerca que la
tenía y no sabía qué hacer para retenerla, la persona con quien siempre soñé,
hoy se ha hecho realidad, pero prefería que se marchara por voluntad propia, a que
se quedara, solo, porque yo así lo quisiera. Ella no sabía qué hacer, se sentía
confundida, quería quedarse, pero dudaba de que yo también fuese real. Entendía
que con una sola palabra de mi parte, ella decidía quedarse, pero me resistí a
hablar, ella sola debía decidir, no era mi decisión, no era mi vida, no podía
mandar en las vidas ajenas.
Había quedado
sin palabras, mi propio juego mental me había ganado, y había quedado en una
encrucijada, dejarla ir o pedirle que se quedara. La decisión era de ella, no podía
hacer nada. Sólo me tocaba quedarme contemplando cómo se desarrollaban los
hechos, ya había dado todo de mi, di lo mejor de mí, si era suficiente para
ella, bien, sino, buscaría lo que mejor le favoreciera, o lo mejor, que ella
crea que le favorezca, pero al final era su decisión, errada o no.
—Pero Guillermo, ¿Qué
pasó con ella? —Andrés insistió.
Ya era muy tarde,
Guillermo ya no estaba, conforme había llegado, se había ido, solo quedó el
reflejo de Andrés en el espejo de su estudio, Se dirige hacia su laptop para comenzar a escribir su nueva
historia, pero ahora, lo que no sabía era, si sus personajes, pertenecían a una
misma historia o eran historias totalmente diferentes.
Muy interesante, me agradó leerlo, gracias por compartirlo
ResponderEliminarGracias y saludos. Los invito a leer mis otros relatos publicados en éste mismo blog, espero también sean de su agrado...
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